2/04/2013 11:03:00 p. m.




Querétaro, Querétaro.- Como pocas ciudades en el país, Querétaro ha podido amalgamar con relativo acierto su crecimiento acelerado con la conservación de su patrimonio edificado, sus ricas tradiciones con sus visibles impulsos modernizadores, su sentido de la tranquilidad con la apertura a las más diversas expresiones de la cultura contemporánea.

Portadora de una historia centenaria, cuyos orígenes se remontan a la compleja evolución de una zona de frontera y de intenso intercambio cultural entre los grupos recolectores cazadores, que desde hace unos ocho milenios ocuparon el área, y las culturas mesoamericanas que se desarrollaron en el centro norte del México antiguo, Querétaro (también conocida como Ndamaxei, en otomí, y Tlachco, en náhuatl) se constituye en el siglo XVI, como pueblo de indios y cabecera de la alcaldía mayor del mismo nombre, dentro del virreinato de la Nueva España. Desde entonces, la ciudad ha tenido momentos de auge y decadencia, de expansión y estancamiento, y ha estado ligada desde sus inicios al desenvolvimiento histórico de México.

Enclavada en el centro de la geografía de la República, Santiago de Querétaro ha sido siempre un territorio axial en el acontecer mexicano; un lugar de transición entre el centro y el norte; una encrucijada de las comunicaciones entre la gran capital macrocefálica y las principales poblaciones del norte y el poniente; una ciudad en que convergen los impulsos modernizadores del norte, la tradición criolla y conservadora del Bajío, las influencias cosmopolitas de la capital, las tradiciones indígenas mesoamericanas, el intenso mestizaje cultural del altiplano central y el carácter indómito de los grupos chichimecas.

Desde la conspiración de Independencia hasta la restauración de la república en 1867, Querétaro vivió con intensidad las confrontaciones que dieron lugar a la consolidación de México como país independiente. En esos momentos de convulsión, la ciudad sufrió destrucciones que alteraron su fisonomía y borraron algunos de sus referentes espaciales. Tal vez por esas lamentables experiencias, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, cuando la ciudad vivió al mismo tiempo momentos de paz y estancamiento económico, se fue anidando en la sociedad queretana una conciencia de la valoración y el cuidado de su patrimonio edificado, como uno de sus principales valores y elementos identitarios.

Así, cuando en la década de los sesenta del siglo XX, Querétaro inició de modo tardío su despegue industrial, que se intensificó en las dos décadas posteriores, junto con un constante crecimiento demográfico, la ciudad contaba ya con instrumentos jurídicos y con una buena disposición de la ciudadanía para proteger y respetar sus monumentos históricos. Eso permitió que Querétaro se salvara de los terribles procesos destructivos que acompañaron a la expansión urbana de México en las tres décadas del llamado "milagro mexicano" (1940-1970).

Fue así que entre los principales argumentos que favorecieron que en diciembre de 1996 el Centro Histórico de Santiago de Querétaro haya sido inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, estuvieron la sorprendente homogeneidad, la autenticidad y el buen estado de conservación del antiguo casco de la ciudad, tomado como conjunto urbano, el cual constituye un ejemplo excepcional de la arquitectura, el arte y la traza de una notable ciudad virreinal, cuyos valores artísticos, urbanísticos e históricos se mantienen vigentes.

Ya desde 1981, con apoyo en la legislación federal se emitió un decreto presidencial estableciendo una Zona de Monumentos Históricos que abarca una superficie aproximada de cuatro kilómetros cuadrados, formada por 203 manzanas, que comprenden alrededor de 1,750 inmuebles históricos o de valor cultural relevante, construidos entre el siglo XVI y la primera mitad del siglo XX.

El reconocimiento de Querétaro como patrimonio de la humanidad, cambió la percepción que muchos habitantes de la ciudad tenían sobre su centro histórico y constituyó un factor determinante del intenso crecimiento de la actividad turística en los últimos catorce años. La revaloración patrimonial de la ciudad, no solo ha representado para los queretanos un factor de orgullo y reconocimiento, sino también una palanca para favorecer la activación económica. Eso puede observarse si consideramos que, mientras que hace quince años el turismo era una actividad marginal, ahora representa una de las tres principales fuentes ingreso y ocupación para Querétaro.

Hay que considerar, sin embargo, que en las últimas décadas la ciudad ha crecido aceleradamente y de una manera extensiva, descuidada y sin control. Ello ha significado la gestación de crecientes presiones y amenazas que se ciernen sobre su centro histórico, que sigue siendo el eje articulador de una ciudad que crece a las tasas más altas en el país, constituyendo ya una gran zona metropolitana, que se aproxima al millón de habitantes, con una población más de veinte veces mayor que en 1950 (pasando de 50 mil a prácticamente un millón de habitantes), y una mancha urbana que se desparrama en forma avasalladora sobre una superficie que abarca a cuatro municipios (Querétaro, Corregidora, El Marqués y Huimilpan) y que comprende ahora más de 20 mil hectáreas, por lo que la densidad de la población, en lugar de aumentar, ha venido disminuyendo; lo cual perfila hacia el futuro una ciudad costosa, desarticulada y escasamente funcional.